Archivo de la categoría: Taller radiofónico

Participa en el taller radiofónico del CELARD en El Sol

Plazo abierto hasta el 2 de junio

Envíanos tu microrrelato de 200 palabras como máximo a través de este formulario.

Escucha aquí el podcast de la sesión para conocer algunos ejemplos y consejos, así como el ejercicio que te proponemos este mes.

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Microrrelatos radiados: los hijos y los libros

Por si aún no sabéis cómo funciona nuestro taller literario radiofónico, prestad atención:

Cada semana elegiremos un motivo a partir del cual los participantes deberán escribir un microrrelato. Un buen motivo literario debe ser lo suficientemente específico para arrastrar a la imaginación y alentarla, espolearla, y a la vez lo suficientemente abierto como para ser enfocado desde un punto vista original por cada escritor.

Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

Los libros

Foto: Chema Madoz

Escucha aquí el podcast del programa

Y aquí os dejamos los ejemplos de esta semana:

El efecto Quijote, de Miguel A. Román

Parecía buena idea: un chip intracerebral, un puerto USB y cualquiera podía enchufarse un libro electrónico e inyectarse en segundos el manual de la lavadora, el periódico, la Biblia o la Iliada. Pero hubo un fallo: saturaron el filtro de la fantasía, el mecanismo por el cual nuestra mente diferencia lo real de lo ficticio. Ahora las calles están llenas de Julietas suicidas, D’artagnanes retadores, Ulises cegando Polifemos; y hétenos aquí, tú y yo, mi buen Sancho, solos para detener tanta barbarie.

Roja voluntad, de Miguel Ángel Carmona

El Teniente señaló a los más viejos y a los que asociaba con los mensajes más peligrosos, y los mandó amontonar en una esquina. Se paseó entre el resto y escogió a diez o doce que podrían contar en el futuro una historia acorde al mensaje del Régimen. Los apartó a puntapiés. En realidad, se sentía incómodo salvándoles de la quema. El resto fueron trasladados a la pila, lomos contra lomos, mudos e inermes. Daban miedo, tan en silencio. Se frotó las manos. Esta era la mejor parte. Lástima que aquel maestrucho de pueblo se la hubiera amargado con su última voluntad de rojo: “quemad mi cuerpo —había dicho entre gargajos de sangre y versos— junto a mis libros”. Cualquier cosa —había pensado el Teniente— con tal de no ser enterrado como Dios manda.

Construye tu historia en un máximo de 200 palabras, sin incluir el título. Después, envíanoslo a través de este formulario:

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Microrrelatos radiados: la soledad y los hijos

Por si aún no sabéis cómo funciona nuestro taller literario radiofónico, prestad atención:

Cada semana elegiremos un motivo a partir del cual los participantes deberán escribir un microrrelato. Un buen motivo literario debe ser lo suficientemente específico para arrastrar a la imaginación y alentarla, espolearla, y a la vez lo suficientemente abierto como para ser enfocado desde un punto vista original por cada escritor.

Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

Los hijos

Foto: Chema Madoz

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Y aquí os dejamos los ejemplos de esta semana:

El espectador, de Ana Sarrías Oteiza
El puñetero ojo de la cerradura sigue rozando. Pero mi llave abre de todos modos, como siempre. Me descalzo y voy cruzando de puntillas el pasillo hasta la habitación de los niños.
Están preciosos. Parece mentira todo lo que han crecido en un año. Les doy un beso en la frente y les arropo. Después entro en la habitación de los padres. Me acerco hasta su cama y les observo conteniendo la respiración. Me pregunto por qué no pudimos ser nosotros.
Cómo se torció todo. Y cómo es que nunca cambiaron el bombín.
El hombre de la casa, de Miguel Ángel Carmona
Hoy todo el mundo hace como que no le ve. Es lo que siempre ha querido, pero hoy le molesta. Quería demostrar que ha crecido en los últimos días. Chocan con él piernas como postes de teléfono forrados de seda negra, brazos como varillas de paraguas que se sueltan en la tormenta. Toma asiento cerca del cristal con una galleta entre las manos. Las miradas que de ordinario le buscan, hoy le esquivan con miedo igual que él evita la visión de su padre tras el cristal. El abuelo le despeina con su mano llena de venas y manchas solares. ¿Estás bien?, le pregunta. Claro, responde con su voz aflautada mirándole a los ojos con restos de galleta en la barbilla, ahora soy el hombre de la casa.

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Microrrelatos radiados: mundo digital y la soledad

Por si aún no sabéis cómo funciona nuestro taller literario radiofónico, prestad atención:

Cada semana elegiremos un motivo a partir del cual los participantes deberán escribir un microrrelato. Un buen motivo literario debe ser lo suficientemente específico para arrastrar a la imaginación y alentarla, espolearla, y a la vez lo suficientemente abierto como para ser enfocado desde un punto vista original por cada escritor.

Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

La soledad

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La soledad es un fenómeno muy vinculado al motivo de escritura que propusimos la semana pasada. El mundo digital se ha convertido ya en un nuevo plano de interacción que ayuda a algunos a superar su soledad, pero que quizá cree ciudadanos con más tendencia a ella, que los aísle.

La soledad es eso que ocurre cuando se encienden las luces de la fiesta y todos se van a casa menos tú. O cuando te quedas si WIFI y no sabes a quién llamar en este mundo. Es también un país donde algunos se acostumbran a vivir y de donde es difícil salir porque la compañía de tus semejantes empieza a dar miedo. Por ahí van los tiros de nuestros ejemplos de hoy.

Y ahora vienen a por mí, de José Manuel Dorrego
Solo ceniza. Eso es cuanto dejó el rayo que cayó sobre la única palmera de mi isla. Para colmo, ayer rompí por accidente la última de las botellas en las que enviaba mensajes. Sin palmera y sin botellas, he perdido la esencia del náufrago, ese perfil heroico que daba sentido a mi existencia. Ahora tan solo soy un hombre sobre una isla, como un turista en pantalón bermudas. Ya no hay nada épico en mi existencia. No queda nada homérico en mi imagen. Y encima, se acerca un barco hacia la isla: mucho me temo que vienen a rescatarme.
Beverly Hills, de Miguel Ángel Carmona
Caben diez peces, pero Pompo nada solo entre el pecio y cofre del tesoro. El acuario fue uno de los regalos más celebrados. Venía con el aforo completo, pero fueron muriendo de uno en uno. Día sí día también, aparecía alguno panza arriba. Primero el Khuli, después el Guppy, más tarde el Laberíntido. Pompo, en cualquier caso, parece resistir bien la turbiedad del agua y la triste estampa de sus compañeros flotando en la superficie. Sin embargo, de vez en cuando mira hacia afuera, al hombre que lleva casi una semana tumbado en el suelo de esta enorme casa. Con la cantidad de gente que vino el día de la fiesta le parece extraño que, desde entonces, ni siquiera haya sonado el teléfono.

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Microrrelatos radiados: escondites y mundo digital

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Cada semana elegiremos un motivo a partir del cual los participantes deberán escribir un microrrelato. Un buen motivo literario debe ser lo suficientemente específico para arrastrar a la imaginación y alentarla, espolearla, y a la vez lo suficientemente abierto como para ser enfocado desde un punto vista original por cada escritor.

Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

Mundo digital

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Cerramos así esa gira por los lugares más oscuros y profundos de la literatura (secretos inconfesables, escondites, creencias) y nos abrimos a un motivo plagado de luces. Qué duda cabe, que toda luz proyecta sus sombras, como en estos dos ejemplos que os proponemos para hoy.

Pequeñas mentiras, de Antonio Cano Rodríguez

Deja unos puntos suspensivos al final del correo electrónico que está escribiendo a su hija. Ha venido esta mañana de la consulta del Médico de Cabecera después de recoger los resultados de sus análisis. Sabe cuánto le costó a ella dar el paso de marcharse al extranjero para encontrar por fin un trabajo adecuado para su formación universitaria y el esfuerzo que le está suponiendo abrirse camino al otro lado del mundo. Retrocede el cursor parpadeante sobre los puntos y le miente por primera vez en su vida. Todo ha salido bien, escribe, se verán a final de Diciembre.

 

Josefina, de Miguel Ángel Carmona

Encontré a mamá nerviosa, sentada en la cama. Se le notaba en el temblor de la mano que sujetaba la lata de cerveza y en la manera de apretar las mandíbulas. Miraba la pantalla del ordenador y en la cara le daba una luz de sala de autopsias. Es él, me djio sin levantar la mirada. ¿Quién mamá? Tu padre. Mira, siguió extasiada, lo encontré al hijo de perra. El despertador chilló en la oscuridad del amanecer. Mientras lo apagaba miré la pantalla. Era la entrada de Napoleón en la Wikipedia. Mamá se dejó quitar la cerveza de la mano y arropar, pero me pidió que le dejara allí el ordenador, para que papá le velara los sueños.

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Microrrelatos radiados: secretos inconfesables y creencias

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Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

Creencias / religiones

Foto: Chema Madoz

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Las creencias y las religiones están plagadas de símbolos que pueden ser reinterpretados. También de hábitos, rutinas y rituales que se prestan a una relectura. El sentimiento de pertenencia a una comunidad, la individualidad y el gregarismo, el imaginario, los distintos tipos de liderazgo, todo ello podrían ser cabos de los que tirar a la hora de afrontar el ejercicio de esta semana.

Además, hay un conflicto que nuestros soleros van a tener que enfocar de una manera original: ¿qué hay detrás de las creencias de sus personajes? ¿Una mentira, una verdad, o algo imposible de verificar con la razón?

Ciencia versus religión, de Juan Rafael

Deambulando entre artilugios y aparatos extraños, el inventor insaciable probaba lentes varias buscando lo desconocido. Era la madrugada su momento ideal: infinitas luminarias refulgían en el espacio, captadas por aquel tubo especial que auguraba el más incierto futuro. Se le ocurrió comprobar lo que antes otros insinuaron con leyes fisico-matemáticas demostrables. No es la Tierra el centro universal sino el Sol el que dirige la orquesta. ¡Menuda teoría! Ahora, este paso de gigante le llevaría viejo y achacoso a los tribunales, perseguido y condenado hasta el fin de sus días.

 

El Dios Facebook, de Miguel Ángel Carmona

Cerró Twitter y abrió Facebook. El perrito se subió a su regazo y ella lo apartó de un manotazo. Le dio a “me gusta” a una foto de un cachorro abandonado que buscaba dueño y se levantó a por más helado. Al pasar por el salón, subió la tele. Comiendo su tercer cuenco, leyó el titular que su hermana había compartido: “Musulmán mata a su mujer por servirle la cena fría”. “Salvajes”, comentó acompañándolo de caritas enfadadas. Le pareció poco, así que añadió: “Después dicen que viene a integrarse. ¿Qué pintan en un país cristiano como el nuestro? En dos minutos había conseguido quince me gustas. Al fin se sentía parte de una comunidad”.

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¡Te esperamos en el taller literario de El Sol!

Microrrelatos radiados: la infidelidad y los secretos inconfesables

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Secretos inconfesables

Foto: Chema Madoz

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Dijo el escritor Jim Thompson que hay 32 maneras de escribir una historia, pero solo una trama: nada es lo que parece. Toda buena trama es, en relidad, un secreto que se revela, unas veces poco a poco, otras súbitamente, unas por completo, otras, a medias, dejando en la mente del lector un puñado de interrogantes.

Un personaje con un secreto inconfesable es como un Fugu, ese pez venenoso que se cocina en algunos restaurantes japoneses, y que, de preparse de la manera incorrecta, puede ser mortal, pero que es considerado un manjar por los valientes que se atreven a probarlo.

Su secreto no debe oscurecer al resto del personaje, sino arrojar luz sobre su forma de entender el mundo. No debemos conocer el secreto a través del personaje, sino al personaje a través del secreto.

Sic transit gloria mundi, de Ricardo Álamo

El leve crujir de la viga de la que cuelga su padre; el intenso olor a tabaco; la botella de ginebra medio vacía; el libro de Cernuda tirado en el suelo; la foto de su boda partida en dos; la luz difusa de una lámpara de mesa; la tele apagada, sin vida…

El niño siente un enorme desasosiego. Con casi aprensión o asco, se acerca más al cuerpo rígido de su padre. Primero le toca las medias rojas de seda. Luego, haciendo un ligero escorzo, mira por debajo de la minifalda que lleva puesta.

 

El puente de los suicidas, de Miguel Ángel Carmona

El rehabilitador se aplica a los muslos inertes e insensibles y, mientras tanto, le sonríe y le habla sobre su novia. Después lo viste y lo acicala. No es tarea suya, pero le cae bien el viejo, siempre con esa expresión de paz en su rostro. Siempre, menos cuando mueve la cama y lo acerca a la ventana para que pueda ver el río en este tramo tan bonito. ¿Te gusta el río, verdad?, le pregunta mientras le acaricia el pelo. Una vez solo, frente a la ventana, el viejo ni siquiera podrá mover el cuello para desviar la mirada del puente de los suicidas.

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Microrrelatos radiados: el viaje y la infidelidad

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Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

la infidelidad / los celos

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Foto: Chema Madoz

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La infidelidad y su contrario, los celos, como paso previo —que en ocasiones se convierte en detonante— a esa infidelidad, son el material por excelencia de las historias que, sobre todo el cine, nos cuenta hoy. La literatura contemporánea acude a este tema en menor medida, seguramente por lo complicado que resulta escribir algo que no esté ya escrito.

Por eso el de esta semana es un reto para los más atrevidos, para quienes no se conforman con la primera idea que les viene a la cabeza, para quienes son capaces de construir personajes con los que, probablemente, nos cruzamos a diario, pero que son difíciles de penetrar y comprender a simple vista.

Para escribir a partir de este motivo hay que alejarse de los arquetipos y caminar decididamente hacia un personaje —al menos uno—, profundo, que cambie a lo largo de las 100 palabras del micro. Para ello, ni una sola de esas 100 tiene que estar escrita en balde.

Un hombre honrado, de Manuel Menéndez

Vivir a lo grande de los bienes gananciales nunca fue su objetivo, había sido una enamorada fiel hasta hoy, me confesó entre lágrimas mientras yacíamos exhaustos y desnudos. Tras meses de aburrida vigilancia, aquella tarde le había desvelado el encargo de su millonario marido, y tras la desconfianza e incredulidad, llegó la rabia que dio paso al sexo salvaje. Me vestí contemplando su joven y hermoso cuerpo. Después, le disparé a quemarropa y salí del hotel. El viejo me pagaba por saber si ella tenía un amante, cierto, pero también por matarla si lo descubría, y yo era de los pocos detectives honrados que quedaban en la ciudad.

 

Corazón caliente, de Miguel Ángel Carmona

Amar allí era como dar a luz en una tumba, pero le mantenía el corazón caliente. Al amanecer formaron largas hileras en el patio. A pesar del agotamiento, la fiebre y el frío, Isaac buscó la mirada de Klaus, hoy esquiva. Lo veía demasiado pegado al prisionero de atrás, le pareció que en algún momento juntaban sus manos. Reconoció al otro. Eran compañeros de litera. Las piernas se le aflojaron. No estaba dispuesto a tolerar ese juego un día más. Hablaría seriamente con Klaus por la noche, si es que aguantaban vivos hasta la noche, claro.

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Microrrelatos radiados: los regalos y la educación

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Esta semana, vamos a tomar como motivo de escritura:

La educación

Foto: Chema Madoz

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La educación es un motivo muy amplio, porque abarca multitud de combinaciones posibles entre personajes de distinta índole, puede tener lugar en muy diversos escenarios y, además, se presta especialmente bien a la carga de un significado profundo, dándole al microrrelato una carga argumental que le sienta bien, por cuanto necesita ser contundente dentro de su brevedad.

Contextos de aprendizaje (desde el conservatorio hasta la prisión); relaciones entre alumnos-maestros-discípulos-hijos-padres; escenarios propios de la educación reglada o extraordinarios; consecuencias de la educación o de su carencia. Todos ellos son puntos de partida válidos y productivos para encarar la escritura.

Examen final, de Miguel Ángel Carmona

El alumno cuyos apellidos rimaban con un inagotable repertorio de sinónimos de gordo sudaba como en clase de gimnasia, solo que esta vez nadie se burlaba. Él los miraba de hito en hito y repasaba el orden por el que los llamaría a la pizarra. El profesor, desde su silla, contemplaba todo con los ojos muy abiertos, demasiado abiertos, sin que nadie se atreviera a cerrárselos.

Educación especial, de Javier Crespo

Como sombras disipadas por un nuevo amanecer abandonan el sótano que apenas ilumina un pequeño quinqué. Las tres amigas dibujan ojeras en el rostro después de una noche más de estudio. Guardan con esmero los libros, los lápices, las libretas. Se dan un fuerte abrazo y se despiden hasta la noche. Las sirenas anuncian el fin del toque de queda y salen a las calles aún desiertas caminando tan deprisa como les permiten sus burkas.

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Microrrelatos radiados: las relaciones y los regalos

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Los regalos

Foto: Chema Madoz

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Un regalo es un vehículo narrativo perfecto a partir del cual construir un cuento, porque de un solo vistazo el lector tiene una impresión general de la trama: dos personajes al menos, una relación preexistente, un objeto que los vincula y un necesario desenlace basado en la reacción de aquel al que se regala. Esta sería la estructura normal que, además, es perfectamente trasladable, como trama, a otras historias en las que no hay regalo alguno. Sin embargo, hay infinitas maneras de organizar el cuento.

Para empezar, el regalo no tiene porqué hacerse de persona a persona. Puede que nos lo haga el azar, el destino o los Reyes Magos, tal vez. Lo que sí implicará siempre será el tratamiento de la ilusión (no necesariamente de manera explícita), que dependerá a su vez de las expectativas creadas. La sorpresa es, en sí, el objetivo último de la intriga que es, a su vez, la razón de ser de la trama.

Como veréis, un regalo puede dar para mucho y nos puede enseñar, por los caracteres intrínsecos del acto de regalar, a construir una buena historia.

 

Aquí dejamos algunos ejemplos aunque, como veréis, el motivo de esta semana va a exigir un plus de originalidad.

Hacerse mayor, de Miguel Ángel Carmona

Estaba envuelta, pero era una sartén. Una sartén forrada de papel de periódico. Incluso el desenvolverla le parecía penoso, pero su madre lo miraba con la sonrisa suspendida, como un labrador que espera a que le tiren la pelota. Es para los dos, dijo. Claro, pensó Juan, como la vajilla, como las toallas, como la cafetera. ¿Qué querías que te regalara tu madre, un Scalextrix?, había ironizado Julia, ya de vuelta los dos en casa, con el corazón latiéndole a mil por hora. En el cuarto de matrimonio, esperándole, el circuito de Lemans con dos Tyrrel de seis ruedas.

Tiempo y vida, de Lucía Orts

Se miró las manos, sentía cada arruga en el alma. Un año más. Se arrepentía de tantas cosas… No de las que había hecho sino de las que le faltaban por hacer. Pronto salió de su ensimismamiento y miró al frente. Su nieto le traía un regalo.

– ¿Un reloj parado y atrasado? – preguntó confuso el abuelo al arrancar el envoltorio. A lo que el joven respondió: No, tiempo. Te regalo tiempo.

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