Arancha García, ganadora del certamen
El pasado jueves, 23 de abril, entregamos
los premios del II Certamen de Microrrelatos del Día del Libro en la librería Tusitala de Badajoz. Al acto acudieron muchos de los participantes, y contamos con la presencia de los miembros del jurado, Borja González, de la editorial El verano del cohete; Agustín Lozano,
de la librería Tusitala; y Miguel Ángel Carmona, director del CELARD, además de Paloma Morcillo, Concejala de Cultura de la ciudad.
Recibimos 54 textos, 48 de los cuales fueron admitidos a concurso. La ganadora resultó ser Arancha García Albarrán, con su relato Ciervos y Berettas, con el que os dejamos a continuación:
Ciervos y Berettas, por Arancha García Albarrán
Una gorra de cazador verde apretaba la cima de una cabeza que era como un globo carnoso. Parecía estar a punto de echar a volar para estallar después bajo el cielo nublado, provocando una lluvia de recuerdos que anegaría la tierra de imágenes y grafías.
Su Beretta del calibre 12 era una letal prolongación de su brazo, dispuesta a vibrar entre sus dedos. Un cerco de sudor frío se dibujaba en la parte baja de su espalda, y eso que apenas llevaban recorrido un kilómetro y medio.
Era innegable que su condición física había conocido tiempos mejores. El chaleco de cazador con bolsillos extra ya no le abrochaba, y había tenido que comprar pantalones nuevos dos veces en menos de un año. La carne se asienta, le había dicho su madre al sorprenderlo mirando su silueta robusta frente al espejo. A tu padre le pasó lo mismo. No sé si lo recuerdas, porque eras muy niño, pero le sucedió igual. Era un saco de huesos y de un día para otro se le asentó la carne. El cuerpo descansa, ¿sabes? Un día no puede más con esta vida perra y se deja caer. No es un abandono, hijo, es una forma de decir que hasta aquí llegó el tren.
Y allí estaba él, rodeado de su familia, todos con la carne asentadísima. Se sentía como un morcón enfundando un arma para la que en realidad no estaba hecho. La Beretta merecía alguien mejor que él, uno de esos modelos de ropa interior masculina. Alguien como Juan, su cuñado, que tenía una percha de las que marcan época. Además, ¿qué pensarían los ciervos antes de morir? Qué putada ser un ciervo y que lo último que vean tus profundos ojos castaños sea un gordo sudado luchando por respirar y dispararte al mismo tiempo. Qué putada ser un ciervo y que tus profundos ojos castaños ya no vean nada. Qué maldito sinsentido. Y qué cara había costado la jodida Beretta, casi sueldo y medio. Cuánto idiota, gordo o delgado, jugando a ser parca.
Tenía ocho años la primera vez que vio morir a un ciervo y pasó tres noches seguidas sollozando contra la almohada. Su padre le había dicho que los hombres son así, que están hechos para matar o para que los maten. Pero, ¿y los hombres gordos? Nadie había dicho nada de los hombres gordos. Tal vez los hombres gordos tenían alma de ciervo y estaban matando a sus hermanos.
El accésit fue para Encarna Fernández Capilla, por su microrrelato El escribiente.
El escribiente, por Encarna Fernández Capilla
Al principio solo es una carta ensayada muchas veces, queridísimo amigo, estimado poeta, muy señor mío… pero me cuentan algún detalle, me refieren alguna anécdota, algún pensamiento fugaz, y poco a poco voy saliendo de la mente del remitente y vuelo por mi cuenta.
“Queridísmo amigo hasta ayer, traidorzuelo de poca monta desde hoy, violador de secretos íntimos y asesino de confianzas ciegas, no creas que esto va a quedar así, ya sabes lo que dicen de la temperatura de la venganza…”
“Estimado poeta, quiero decir poetastro de baja estofa, plagiador de versos ajenos, parásito de mentes lúcidas, ya me encargaré yo de que la mala fama te persiga para la posteridad, como una de esas golondrinas que tú colocas en cualquiera de tus poesías…”
“Muy señor mío y poco señor de su señora, no quisiera yo romperle la paz ignorante y bobalicona de la que goza, no quisiera yo desmontarle el mito falso de ídolo de escayola que ha hecho de su esposa…”
Y así, hasta que rubrico con furia la carta, cierro el sobre y la envío, sin esperar al beneplácito del requeridor del escrito.
Pero yo no soy responsable de asesinatos, suicidios, venganzas o trifulcas posteriores, yo solo cuento verdades que los demás no se atreven, yo solo destapo pensamientos ocultos. Al fin y al cabo yo solo soy un escribiente.
La próxima semana, durante el acto de clausura del curso 2014-15, presentaremos Escritores de cajón: II Antología de Narrativa Breve del CELARD, que incluirá estos relatos, así como los cinco finalistas que, en esta ocasión, correspondieron a:
- Expulsado, de Plácido Romero Sanjuán
- Oculto, de Javier Sánchez
- Historia Almibarada, de Arancha García Albarrán
- La terapia, de María José Calero
- Ikarzak, de Lorena Candeias Redondo
Será en la Facultad de Ciencias de la Documentación y la Comunicación, el viernes 8 de mayo a las 20:00. ¡Te esperamos!