RESUMEN: componer un relato (máx. 250 palabras) partiendo de un recuerdo (de infancia, juventud, etc.). Podemos narrar el recuerdo asumiendo el protagonismo del relato (1ª persona) o bien mezclarlo con elementos ficticios y re-crear el recuerdo (1ª o 3ª persona)
Enviarla a: elsol@canalextremadura.es hasta el sábado 14 de febrero
RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón
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Ésa es la cita introductoria de El libro de los abrazos, de Eduardo Galeano. A Galeano la gente le cuenta historias, le llueven las historias, y él las va anotando en su libreta y después las convierte en literatura.
A lo largo de la vida infinidad de personas nos cuentan sus historias. Otras las protagonizan en nuestra presencia y nosotros las registramos. Un buen día, aquello emerge de las profundidades de nuestra memoria y da lugar a una reflexión, a una fábula para nuestro hijo, un ejemplo para apoyar uno de nuestros argumentos. Del mismo modo, sentado frente a la hoja en blanco, el escritor es asaltado por sus recuerdos y tiene la oportunidad de transformarlos en un cuento o en el punto de partida de una novela.
El escritor puede sencillamente intercalar pasajes vividos en una trama ficticia si lo que busca es darle al texto una buena dosis de realismo, como hace el extremeño Luis Landero en su obra Entre Líneas.
Cumplió los siete años. Y un día en la escuela, don Fermín le preguntó desde su montura: «¡A ver, Albacete!, ¿qué cosa grande es Dios?» Manuel no lo sabía pero vio un compañero que, por entre las patas del caballo, empezó a hacerle señas. Fingía que fumaba un puro, exagerando el gesto como si fuese un banquero o un apoderado taurino.
Entonces cayó en la cuenta. «Dios es el Espíritu Puro», proclamó. Y don Fermín le dijo: «Muy bien. Y en premio, vas a elegir la ciudad que prefieras ser».
Manuel bajó la cabeza y susurró: «El País de Maricastaña, don Fermín, ésa es la ciudad que yo quiero ser.» Él, entonces encabritó al caballo y montó en cólera: «¡Con España no hay bromas que valgan, rufián!», gritó, dándole con la vara de olivo. «¡En adelante, en castigo por tu cosmopolitismo, y ya para todo el curso, serás sólo Alburquerque!»
Y desde entonces, la niña Alicia se burlaba todavía más de él. Pero luego se vino a Madrid, pasaron los años y hoy Manuel sabe que era entonces, en la infancia, cuando vivía realmente en un país lejano, lleno de maravillas que no supo ver hasta que la nostalgia se lo ofreció en la lejanía, convertido ya en materia poética. Y de ese modo fue como, queriendo ser Maricastaña, llegó a ser simplemente Alburquerque»
Entre líneas: el cuento o la vida (Tusquets, 2001)
¿Quién no tiene anécdotas así, recuerdos de viajes, amores de verano, pérdidas de seres queridos? Fijaos que este timpo de recuerdos no se fijan de una manera vaga, como una especie de nebulosa en nuestra mente: si nos detenemos y observamos de cerca podemos recrear una imagen, incluso un olor, unos sonidos, una luz y, sobre todo, un cúmulo de emociones: Ahí tenemos una historia que contar o, al menos, un pasaje que volcar en nuestra historia.
Como decía, la memoria no tiene por qué dar como resultado un trabajo autobiográfico necesariamente. Gran parte del éxito de nuestra historia estará en trasvasar lo recordado a un personaje ficticio que nos permita tomar distancia. El propio Landero lo contaba de una manera que bien merece citar sus palabras textualemente:
Recrear: · es decir, que nunca contamos fielmente los hechos, sino que siempre inventamos o modificamos algo, o lo que es lo mismo: a la experiencia real le añadimos la imaginaria, y eso es sobre todo lo que nos causa placer.
El placer de añadir un cuerno al caballo y de que nos salga un unicornio. De ese modo, vivimos dos veces el mismo hecho: cuando lo vivimos y cuando lo contamos. A menudo pasa que, en la realidad, hemos representado papeles secundarios en un suceso. Al contarlo, sin embargo, nos reservamos el papel de protagonistas (aunque sólo sea porque lo contamos desde nuestra perspectiva).
La realidad nos pone en nuestro sitio; luego, nosotros, por medio de la narración, ponemos a la realidad en el suyo.
El mendigo deviene príncipe, la realidad se rinde ante el deseo, la vida se confunde por un instante con el sueño. Somos narradores por instinto de libertad, porque nos repugna la servidumbre de la propia condición humana en un mundo donde no suele haber sitio para nuestros afanes de verdad, de salvación y de plenitud y luego, si la historia merece la pena, el oyente se la contará a su vez a otra persona, y así sucesivamente, y en cada versión se agregarán nuevos detalles y se omitirán o corregirán otros, hasta alcanzar su forma definitiva y felizmente anónima. La civilización le debe mucho a las historias.
PROPUESTA:
Partiendo de un recuerdo, os pedimos que escribáis un relato breve o un fragmento de un relato mayor. Y si os sentís con fuerzas, os proponemos además que no intentéis hacer una traslación exacta de la experiencia recordada, sino que ésta la mezcléis con una dosis de invención de manera que no sea fácil disociar lo real de lo imaginado.
Tenemos entonces dos niveles de ejercicio: podéis limitaros a narrar un recuerdo, o bien lanzaros a construir un relato a partir de un recuerdo, mezclando ficción y realidad.
Algunas pautas básicas:
- Nos será más sencillo si el narrador adopta una primera persona, aunque también es posible hacerlo desde la tercera, asumiendo un enfoque de narrador omnisciente, ya que tiene que penetrar en la psiquis de los personajes.
- Debemos evitar contar todo lo que recordamos: seleccionaremos los pasajes que aporten tensión a la narración, los reordenaremos si es necesario.
Los textos, de 250 palabras como máximo, serán enviados a elsol@canalextremadura.es hasta el viernes 14 de febrero como máximo.
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