Archivo de la categoría: Club de Lectura Viva

Abierto el plazo de inscripción para el CLV 2017

Ya está aquí la segunda edición del Club de Lectura Viva. Únete a nosotros y compartiremos la lectura de seis obras a lo largo de este 2017. ¿Qué es el Club de Lectura Viva? Un proyecto que combina…

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Así fue la I Edición del Club de Lectura Viva

MINIATURA CLV

Cinco meses han bastado para convertir esta iniciativa en algo conocido por muchos de los escritores de este país. Badajoz y su Club de Lectura Viva, aunque tienen aún mucho camino por recorrer, ya son conocidos y considerados como un destino interesante para autores y editoriales. Como podrán comprobar en el libro, nuestro mayor activo son nuestros lectores y nuestras librerías.

Los escritores se marchan de Badajoz contentos: en primer lugar, de haber sido leídos —y bien leídos, como dice Eloy Tizón—; en segundo, de haber podido presentar su obra ante un auditorio concurrido gracias al compromiso de nuestros lectores, a nuestra exigente labor de selección de textos, a los acogedores espacios que nos ceden nuestros libreros y, cómo no, al apoyo inestimable de la Concejalía de Cultura y del Ayuntamiento de Badajoz.

A ellos, los protagonistas, les damos voz en este minireportaje que resume un año de trabajo y satisfacciones, y que esperamos que sea el primero de muchos.

Mala letra, de Sara Mesa

CARTEL SARA MESA

Ahora entiendo la verdadera importancia de la literatura como instrumento para iluminar algunas parcelas del funcionamiento del Universo sobre las que la ciencia, por mucho que se empeñe, sólo arroja sombras. Ha sido gracias a una frase que Sara Mesa (Madrid, 1976), le presta al narrador del primer cuento de Mala letra (Anagrama, 2016): “Actuaba sin prisa, como si el tiempo también estuviera obligado a amoldarse a su ritmo”. Miles de horas de esfuerzo de comunicadores científicos, periodistas y portavoces de prestigiosos institutos para intentar explicarnos en qué consisten las tan famosas ondas gravitacionales, y era tan sencillo como leer El cárabo (que así se titula el cuento). La materia deforma el tiempo y genera ondas que a su vez deforman el espacio: así pretendían hacérnoslo entender los científicos. El eje temporal, su fluir, sufre modificaciones a medida que vamos acercándonos al personaje: así se manifiesta en la literatura. Por eso, las cuatro dimensiones no sólo son perfectamente aprehensibles en literatura —varias subtramas, sincrónicas o diacrónicas, pueden avanzar a la vez en el libro y en nuestra mente—, sino que son la base de la geometría con la que trabaja el escritor. Las ondas gravitacionales son esas vibraciones que recorren las páginas de los buenos textos, como los que componen Mala letra, y que atraviesan al lector sin que éste tenga necesidad de preguntarse sobre su naturaleza.

Esta reseña no pretende destripar el argumento de los cuentos, uno por uno, como si ello pudiera ayudar al lector a hacerse una idea del todo, o como si los argumentos de los cuentos, en sí, importaran algo en realidad. En mi opinión, los argumentos no son más que excusas, más o menos brillantes, para hablar de lo que realmente queremos, a veces a nuestro pesar. Esos, que son los temas del escritor y que normalmente le acompañan a lo largo de toda su vida, son como el aeropuerto en el que el piloto no es capaz de aterrizar, a veces por el viento, otras por la mucha altura, otras porque la niebla no deja ver la pista. El piloto, no obstante, no deja de intentar aproximarse desde mil ángulos distintos, con distintas velocidades, y envejece a los mandos del avión hasta que un día, probablemente, se da cuenta de que jamás ha despegado, que siempre ha estado sentado frente al cuaderno en el que escribe el cuento del piloto que no es capaz de aterrizar.

El tema de la Sara Mesa que yo he leído es la culpa. No hay cuento que no trate de ella: la culpa de la profesora a la que aterra su sentimiento de superioridad sobre el alumno tetrapléjico; de los conductores implicados en un accidente; de la adolescente criada por quién usa la culpa para oprimirla, para hacerla sentirse sucia; la culpa de la niña que es víctima de un robo y un abuso y que es, en realidad, la culpa del humillado; la ausencia de culpa del monstruo. Ya lo fue en Cicatriz, con su constante reflexión sobre la ética del robo, del mantenimiento de una relación clandestina, de la índole de esa relación teniendo en cuenta que no era física; la culpa, siempre como trampa, como ladrón emboscado que solo asalta a quién teme ser asaltado mientras el resto de la humanidad pasea tranquila en aparente paz con su conciencia.

Pero esa humanidad en paz no le interesa a Sara Mesa, como a Flannery O’Connor no le interesaban los personajes que no tuvieran su propia concepción de bien y el mal y estuvieran dispuestos a actuar en consecuencia. A ellos nos recuerdan algunos de los de Mala letra: el viejo de Nada nuevo, al viejo Dudley de El geranio o, más bien, quizá, al viejo Tartwater, por lo de alcohólico y ermitaño. La hermana pequeña de Nosotros, los blancos, que ya en el título evoca otro de los temas de Flannery, tiene trazas de Nelson, el niño que acompaña al abuelo a la ciudad en Un negro artificial. Y es que los personajes de Mala letra se sienten extraños en la urbe, como los de Flannery, porque proceden de la periferia —como la propia autora ha dicho en alguna entrevista— y no casan con el arquetipo de provinciano que desea emigrar a la ciudad para convertirse en alguien y, de paso, ponérselo fácil al escritor con una historia de superación y crecimiento. No. Ellos quieren seguir viviendo en el pueblo, pero viajan a la ciudad porque no les queda otra. Pero tampoco son utilizados como extraterrestres que sirven para reflexionar sobre la vida en la ciudad desde una perspectiva no contaminada. Tampoco cae en ese tópico. La ciudad no es más que la jungla cuya atmósfera sirve para que los personajes se definan en relación a su entorno y no sólo en relación a la opinión que ellos tienen de sí mismos: una especie de viaje interior a su pesar.

En el plano formal, hay dos relatos que destacan: Nada nuevo, no sólo por el hecho de que alterne un narrador omnisciente, con el diálogo de dos personajes, uno de los cuales es el propio narrador omnisciente, sino porque el diálogo influye en el discurso del narrador generando una de esas ondas gravitacionales que permiten viajar en el tiempo. Y también Papá es de goma, en el que un narrador de focalización múltiple (vecina-niño pequeño) nos ofrece una visión ciertamente objetiva de una situación familiar terrible, manteniendo, en virtud de la equisciencia de ambos focos, la tensión hasta el último momento. Quizá demasiado, porque en ambos relatos las razones que llevan a sus protagonistas a actuar como lo hacen no dejan de ser un misterio en ningún momento, una decisión tomada probablemente para no cruzar la barrera de la omnisciencia pero que afecta a la capacidad del lector para empatizar con ellos. Son, no obstante, acciones dramáticas completas que no dejan la sensación de no acabado, sino más bien de vacío, oscuro y atrayente.

El resto: Mármol, El cárabo, Apenas unos milímetros, etc., y sobre todo Creamy milk and crunchy chocolate y Picabueyes, son cuentos perfectos protagonizados por personas normales pero extraordinarias a la vez que, al terminar el texto, continúan con su vida de la misma manera que hicieron antes de él. Y lamento no poder describirlos de una manera más sesuda, pero es que son eso: fracciones de realidad captadas por una mano que quizá siga teniendo Mala letra, pero que tiene un pulso de francotirador para trazar con carboncillo y difumino la conciencia de sus personajes.

Miguel Ángel Carmona

Director del CELARD

Sara Mesa viene al Club de Lectura Viva para charlar sobre Mala letra

El 1 de abril recibiremos en el Club de Lectura Viva a Sara Mesa para que nos hable de su último libro, Mala letra. El encuentro tendrá lugar en la librería Universitas, a las 19:45 y está abierto …

Origen: Sara Mesa viene al Club de Lectura Viva para charlar sobre Mala letra

Te invitamos a nuestro Club de Lectura Viva

CARTEL CLUB LECTURA VIVA copia

Badajoz está fuera de los circuitos de presentación del 99% de los autores que publican hoy en día. Prácticamente, solo durante la Feria del Libro podemos disfrutar de los escritores hablándonos de sus obras y, como es natural, en ese escenario muy rara vez se establece un diálogo entre el autor y el público. La principal razón, pero no la única, es que normalmente el público no ha leído previamente el libro que se presenta. Otra fundamental, es el propio formato del acto, incluido en un programa de vértigo donde los tiempos mandas.

Para paliar esta carencia, el CELARD presentó a finales del pasado año un nuevo proyecto al Ayuntamiento de Badajoz, que no dudó en recoger el guante. El Club de Lectura Viva, gracias al apoyo económico del Ayuntamiento y a la gestión altruista del CELARD, servirá como revulsivo para que editores, autores y lectores encuentren atractivo reunirse en las librerías de nuestra ciudad a charlar sobre novedades literarias, algo que en las grandes ciudades ocurre con cierta frecuencia, y que gracias al esfuerzo de nuestros libreros está cada vez más presente en Badajoz.

Tú, lector, necesitas saber que simplemente por inscribirte y participar en él, el Club financiará el 50% del importe de tu ejemplar del libro, para que la literatura este realmente al alcance de todos los que tengan interés en hacer un pequeño esfuerzo por acercarse a ella.

Necesitas saber también que las plazas son limitadas y que si quieres conseguir una deberás inscribirte entre el 20 y el 29 de enero. Estas se asignarán por orden de recepción de las solicitudes.

Todo la información está a tu disposición en nuestra nueva sección CLUB DE LECTURA VIVA, que puedes encontrar desde hoy en la barra superior de Menú. Ahí podrás inscribirte, consultar la programación y seguir el día a día del Club. ¡Te esperamos el lunes 25 en la presentación!